El rodillo en Santa Marta

No se ha hecho esperar lo que en política se llama “pasar el rodillo”, en nuestro Ayuntamiento: el Pleno de septiembre, uno de los primeros ordinarios de este mandato tras el parón estival de agosto, puede considerarse como un ejemplo claro para visualizar en que consiste esta práctica del rodillo.

Recordar que este pleno iba vacío de contenido a no ser por el trabajo de la oposición, que presentó nada menos que seis enmiendas y sobre temas de gran importancia: los sueldos de los políticos, la solidaridad, la educación, la participación ciudadana.

Entendemos que el equipo de gobierno tiene la mayoría y eso le legitima para gobernar, pero se puede gobernar de muy distintas manera: una negociando con las minorías, asumiendo alguna de las propuestas que puedan ser beneficiosas para el pueblo, y otra muy distinta imponiendo sin más el peso de la mayoría absoluta para negarle el pan y la sal a los demás.

Si me permiten una pequeña digresión, traeré aquí una reflexión sobre el famoso cuadro de Velazquez conocido como de  “LAS LANZAS” o “LA RENDICIÓN DE BREDA”. Más allá de las exquisiteces plásticas de tal obra maestra del sevillano universal, todo el mundo ha coincidido en resaltar la gran lección moral que este cuadro refleja, a través de gestos, composiciones y otros recursos, y que no es otra que la de la nobleza, la grandeza de espíritu del vencedor, que lejos de ser arrogante ante el vencido, le muestra su respeto y consideración sosteniéndole con su mano e incluso evitándole el humillante rito de postrarse de rodillas ante el vencido, como mandaba por aquellos entonces la tradición.

Bajando al terrenos del devenir cotidiano de este nuestro Ayuntamiento, vemos con preocupación que ya desde el principio el equipo de Gobierno, que por cierto no pierde ocasión para alardear de su mayoría absoluta e incluso invocarla para justificar determinadas realidades (de eso ya hablaremos otro día) está aplicando el rodillo y no parece dispuesto al auténtico dialogo con la oposición, a no ser que por tal entiendan que les digamos SI a todo a cambio de que ellos nos digan NO a todo.

Es cierto que las mayorías absolutas son de por si muy peligrosas en este sentido, pero también es cierto que se pueden administrar con generosidad o con altanería, y que la primera beneficia a todos y que la segunda perjudica a todos, muy especialmente a quien la practica, que pierde así, moralmente, lo que ganó justamente en las  urnas.

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